
La
procesión del Señor de los Milagros es una de las procesiones que a nivel
mundial congrega enormes cantidades de fieles y que ayuda a que muchos
corazones vuelvan a Dios. Conviene
meditar en este mes de octubre sobre lo que nos muestra esta Sagrada Imagen con
el fin de poder acercarnos a más a nuestro Señor Jesús.
Una
réplica de esta imagen es la que recorre nuestras calles semana tras semanas en
el mes de octubre. Pero ¿Qué tiene de extraño esta imagen para que se puedan
dar estos prodigios en la historia y, es más, para obrar muchísimos prodigios
en la gente y convocar grandes masas de personas a su alrededor? ¿Tiene algo de
particular en su interior lo que la vuelve atractiva?
Si
podemos decir que en la imagen del Señor de los Milagros hay algo de extraño o particular
se diría que es EL AMOR. En esta Sagrada
Imagen contemplamos el Amor más puro que se puede haber visto en todo la
historia: Amor de donación, Amor de entrega, Amor de un Dios que ama tanto a sus
hijos que entrego a su único Hijo para que tengan vida eterna (Jn 3, 16). En un
muro, en un lienzo queda pintada la muestra más grande de Amor de Dios a los
hombres.
Este
Amor puro e incomparable se refleja en el misterio de la cruz. Esta cruz que
vista desde el lado humano es un aparente fracaso pero si la miramos con ojos
de fe no veremos en ella un instrumento de muerte sino un instrumento de amor
y, es más, de salvación. Una paradoja muy interesante: Dios ha utilizado un
instrumento de muerte para dar vida, para dar vida a sus hijos por medio del
sacrificio de su Hijo en la cruz.
En la
cruz tenemos toda una gran catequesis del Amor de Dios. Contemplando con
atención veremos una profunda enseñanza que hay en esta Sagrada Imagen: la Cruz
forma una letra “T” y Cristo crucificado forma una “Y”. ¿Qué quiere decir esto?
Cristo nos ha mostrado en que consiste el verdadero amor: el YO esta
crucificado en el TÚ, YO muero por TI, YO me entrego a TI, no primo YO primas
TÚ. Un amor de entrega al otro, una entrega que no busca un beneficio sino que
es un completo desinterés del amor propio por el bien de la otra persona. En la
cruz, Cristo nos ha enseñado en que consiste el verdadero amor.

La
imagen del Señor de los Milagros nos habla del amor. Este amor que se refleja
en Cristo que cuelga de un madero que con los brazos extendidos nos invita a
salir a su encuentro. Este Cristo que es el Cristo sufriente nos invita a
meditar sobre las muchas veces en que nos hemos sentido solos, abatidos,
sufriendo por los avatares de la vida, por las incomprensiones, por los
problemas que nunca faltan en cada una de las personas. Un Cristo sufriente en
medio de la oscuridad, de la oscuridad del mundo en el que no hay respuesta ni
medios que ayuden al hombre a salir de sus problemas, que ayuden a aliviar su
pesar cotidiano. Un mundo que en vez de dar la mano solo nos envuelve más en su
sombra.
Pero
no nos quedemos en los problemas y sufrimientos. La imagen del Señor de los
Milagros que es, como ya hemos dicho, una gran catequesis, nos muestra los
medios que necesitamos para salir de los problemas y dificultades.
En
primer lugar, en medio de esa oscuridad en la que nos envuelve el mundo, hay un
resplandor, brilla una luz: la presencia de Dios. Dios que está por encima de
toda dificultad y que, en la soledad que siente el hombre, esta con los brazos
abiertos esperando a que sus hijos vuelvan a Él. Dios que está presente en cada
uno de los momentos alegres y tristes de nuestra vida. Dios que está
continuamente abrazando a la humanidad atrayéndola hacia Él que es fuente de la
verdadera felicidad.
Dios
no nos deja solo, queridos hermanos; Él está a la espera de que nosotros sus
hijos volvamos a Él. Podremos haber cometido muchos errores, pero Dios está
para ayudarnos. Él nos da la fuerza de su Espíritu Santo para poder caminar
hacia Él. Así nos caigamos una y otra vez, Dios nos sostiene. La presencia de
la Trinidad en la imagen del Señor de los Milagros nos da la esperanza de que
aunque todo parezca oscuridad, todavía podemos confiar en Dios, podemos poner
nuestra esperanza en Él. La esperanza de que solo Dios puede sanar nuestras
heridas.
Junto
a la imagen del Cristo sufriente esta la presencia de la Santísima Virgen.
¿Quién más que la Madre para poder entender los sufrimientos de sus hijos? La
Virgen María, como madre, entiende el dolor de sus hijos, esta con cada uno de
nosotros en esos momentos de oscuridad. La Virgen está en una actitud de
oración: Pide a Dios siempre por sus hijos, esos hijos que su propio Hijo le
entregó en la Cruz. María nos acompaña en las dificultades. “¿no estoy aquí yo
que soy tu madre?” Estas palabras de Nuestra Señora de Guadalupe que
tranquilizan el corazón de San Juan Diego son también un consuelo para todos
nosotros durante los momentos de dificultad. La Virgen María siente el dolor de
sus hijos, los comprende. La espada de dolor que traspasa su alma por la muerte
del Hijo querido es también un nuevo traspaso por el dolor que día a día
sientes sus hijos. En María encontramos un medio seguro para poder salir de
nuestras tribulaciones e ir al encuentro con el Hijo, Cristo nuestro Señor. A
cristo solo podemos llegar por María.
Una
última ayuda para todos lo encontramos en la figura del apóstol Juan que
permanece fiel junto a la cruz del Señor. En Juan podemos ver la figura de la
Iglesia que ha permanecido junto a su Señor, a su esposo; fiel en lo que Él le
ha trasmitido. La Iglesia también, como Madre, quiere acompañar a sus hijos en
sus problemas dándoles los medios que Cristo mismo le confió: los sacramentos.
Muchas
veces nos quedamos metidos en los problemas y no intentamos salir. Recurramos a
los sacramentos que son medios eficaces por los que Cristo nos dispensa la Vida
Divina (CEC 1131). Los sacramentos son los medios espirituales para trascender
de este mundo a Dios, para ponernos en camino hacia Él. De entre todos los sacramentos, podemos
encontrar dos fuertes herramientas para nuestra vida: la Eucaristía y la
Penitencia. Alimentándonos de Cristo mismo y recibiendo con frecuencia su
perdón recibimos la Gracia de Dios para poder caminar. Habrá tropiezos pero
tenemos la fuerza para levantarnos. Frecuentemos los sacramentos: estos son un
encuentro vivo con el Señor de los Milagros.
Contemplemos
al Señor de los Milagros que no es solo un lienzo, es todo un mensaje que Dios
tiene para nosotros que busca que nos acerquemos más a Él y podamos disfrutar
de su Amor que es el único y verdadero.
¡Ríndele
gracias! Como no decirles esto a todas las personas que participan en esta
procesión, estas palabras que repiten nuestras hermanas sahumadoras. ¡Ríndele
gracias! Rindámosle gracias al Señor por
todo el regalo maravilloso que nos hace en esta imagen, por todo el amor que
nos ha dado por medio de la cruz.
¡Gracias
Señor de los Milagros! A ti venimos, hoy tus hijos, tus fieles devotos a
implorar tu bendición, a que sigas derramando Tu Amor infinito sobre nosotros
para así poder llevarlo a todos nuestros hermanos. ¡Viva el Señor de los
Milagros!
Thomas A. Cajahuanca Trauco
Seminario de Santo Toribio
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